sábado, 25 de julio de 2015

CARITAS IN VERITATE - SS Benedicto XVI

Admiro tanto este escrito, siento que es el eje central de la vida del buen cristiano, que me gustaría tenerlo acá, entre las cosas que escribo y que considero importantes.
Solo con el ánimo de difundirlo, transcribo textualmente la introducción a la ENCICLICA de SS Benedicto XVI - Caritas in Veritate:



La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. 
El amor —«caritas»— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz. 
Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. 
Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8,32). Por tanto, defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad. Ésta «goza con la verdad» (1 Co 13,6). Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano. 
Jesucristo purifica y libera de nuestras limitaciones humanas la búsqueda del amor y la verdad, y nos desvela plenamente la iniciativa de amor y el proyecto de vida verdadera que Dios ha preparado para nosotros. 
En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad (cf. Jn 14,6).

La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40). 
Ella da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas. Para la Iglesia —aleccionada por el Evangelio—, la caridad es todo porque, como enseña San Juan (cf. 1 Jn 4,8.16) y como he recordado en mi primera Carta encíclica «Dios es caridad» (Deus caritas est): todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere forma por ella, y a ella tiende todo. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza.

Soy consciente de las desviaciones y la pérdida de sentido que ha sufrido y sufre la caridad, con el consiguiente riesgo de ser mal entendida, o excluida de la ética vivida y, en cualquier caso, de impedir su correcta valoración. En el ámbito social, jurídico, cultural, político y económico, es decir, en los contextos más expuestos a dicho peligro, se afirma fácilmente su irrelevancia para interpretar y orientar las responsabilidades morales. 
De aquí la necesidad de unir no sólo la caridad con la verdad, en el sentido señalado por San Pablo de la «veritas in caritate» (Ef 4,15), sino también en el sentido, inverso y complementario, de «caritas in veritate». Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad. 
De este modo, no sólo prestaremos un servicio a la caridad, iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza a la verdad, mostrando su capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social. 
Y esto no es algo de poca importancia hoy, en un contexto social y cultural, que con frecuencia relativiza la verdad, bien desentendiéndose de ella, bien rechazándola.

Por esta estrecha relación con la verdad, se puede reconocer a la caridad como expresión auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las relaciones humanas, también las de carácter público. 
Sólo en la verdad resplandece la caridad y puede ser vivida auténticamente
La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. Esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe, por medio de la cual la inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad, percibiendo su significado de entrega, acogida y comunión. 
Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo
El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. 
Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario. 
La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal. En la verdad, la caridad refleja la dimensión personal y al mismo tiempo pública de la fe en el Dios bíblico, que es a la vez «Agapé» y «Lógos»: Caridad y Verdad, Amor y Palabra.

Puesto que está llena de verdad, la caridad puede ser comprendida por el hombre en toda su riqueza de valores, compartida y comunicada. En efecto, la verdad es «lógos» que crea «diá-logos» y, por tanto, comunicación y comunión. 
La verdad, rescatando a los hombres de las opiniones y de las sensaciones subjetivas, les permite llegar más allá de las determinaciones culturales e históricas y apreciar el valor y la sustancia de las cosas. 
La verdad abre y une el intelecto de los seres humanos en el lógos del amor: éste es el anuncio y el testimonio cristiano de la caridad. En el contexto social y cultural actual, en el que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un elemento útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral
Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. 
De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios. Sin la verdad, la caridad es relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado. Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad.

La caridad es amor recibido y ofrecido. Es «gracia» (cháris). Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5). Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad.
La doctrina social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. 
Es «caritas in veritate in re sociali», anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad. La verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientos siempre nuevos de la historia. Es al mismo tiempo verdad de la fe y de la razón, en la distinción y la sinergia a la vez de los dos ámbitos cognitivos. El desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y necesitan aún más que se estime y dé testimonio de esta verdad. 
Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales.

«Caritas in veritate» es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia, un principio que adquiere forma operativa en criterios orientadores de la acción moralDeseo volver a recordar particularmente dos de ellos, requeridos de manera especial por el compromiso para el desarrollo en una sociedad en vías de globalización: la justicia y el bien común.
Ante todo, la justiciaUbi societas, ibi ius: toda sociedad elabora un sistema propio de justicia
La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. 
No puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos. 
No basta decir que la justicia no es extraña a la caridad, que no es una vía alternativa o paralela a la caridad: la justicia es «inseparable de la caridad»[1], intrínseca a ella. 
La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su «medida mínima»[2], parte integrante de ese amor «con obras y según la verdad» (1 Jn 3,18), al que nos exhorta el apóstol Juan. 
Por un lado, la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos. Se ocupa de la construcción de la «ciudad del hombre» según el derecho y la justicia. Por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón[3]. La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. 
La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo.

Hay que tener también en gran consideración el bien común
Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él. Junto al bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas: el bien común. 
Es el bien de ese «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social[4]
No es un bien que se busca por sí mismo, sino para las personas que forman parte de la comunidad social, y que sólo en ella pueden conseguir su bien realmente y de modo más eficaz. 
Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales
Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. Ésta es la vía institucional —también política, podríamos decir— de la caridad, no menos cualificada e incisiva de lo que pueda ser la caridad que encuentra directamente al prójimo fuera de las mediaciones institucionales de la pólis
El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. Como todo compromiso en favor de la justicia, forma parte de ese testimonio de la caridad divina que, actuando en el tiempo, prepara lo eterno. La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana. 
En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones[5], dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras.

Al publicar en 1967 la Encíclica Populorum progressio, mi venerado predecesor Pablo VI ha iluminado el gran tema del desarrollo de los pueblos con el esplendor de la verdad y la luz suave de la caridad de Cristo. 
Ha afirmado que el anuncio de Cristo es el primero y principal factor de desarrollo[6] y nos ha dejado la consigna de caminar por la vía del desarrollo con todo nuestro corazón y con toda nuestra inteligencia[7], es decir, con el ardor de la caridad y la sabiduría de la verdad. La verdad originaria del amor de Dios, que se nos ha dado gratuitamente, es lo que abre nuestra vida al don y hace posible esperar en un «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres»[8], en el tránsito «de condiciones menos humanas a condiciones más humanas»[9], que se obtiene venciendo las dificultades que inevitablemente se encuentran a lo largo del camino.
A más de cuarenta años de la publicación de la Encíclica, deseo rendir homenaje y honrar la memoria del gran Pontífice Pablo VI, retomando sus enseñanzas sobre el desarrollo humano integral y siguiendo la ruta que han trazado, para actualizarlas en nuestros días. 
Este proceso de actualización comenzó con la Encíclica Sollicitudo rei socialis, con la que el Siervo de Dios Juan Pablo II quiso conmemorar la publicación de la Populorum progressio con ocasión de su vigésimo aniversario. Hasta entonces, una conmemoración similar fue dedicada sólo a la Rerum novarum. Pasados otros veinte años más, manifiesto mi convicción de que la Populorum progressio merece ser considerada como «la Rerum novarum de la época contemporánea», que ilumina el camino de la humanidad en vías de unificación.

El amor en la verdad —caritas in veritate— es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización. El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano. 
Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador. 
El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el auténtico desarrollo, no se asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del amor que vence al mal con el bien (cf. Rm 12,21) y abre la conciencia del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad.
La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer[10] y no pretende «de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados»[11]. No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación. 
Sin verdad se cae en una visión empirista y escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está interesada en tomar en consideración los valores —a veces ni siquiera el significado— con los cuales juzgarla y orientarla. 
La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad  (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral
Por eso la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia, esta misión de verdad es irrenunciable. Su doctrina social es una dimensión singular de este anuncio: está al servicio de la verdad que libera. Abierta a la verdad, de cualquier saber que provenga, la doctrina social de la Iglesia la acoge, recompone en unidad los fragmentos en que a menudo la encuentra, y se hace su portadora en la vida concreta siempre nueva de la sociedad de los hombres y los pueblos[12].

20150725 LA IGLESIA, intento de vida comunitaria, con aciertos y defectos… JESUS, sin defectos, siempre te espera.

Sin ningún ánimo de convencerte de nada… me conocés hace más de 20 años y sabés que ese no es mi estilo. En todo caso, si te aburre todo esto que estoy empezando a escribir (que te advierto puede terminar siendo muuuuuy largo... me pasa frecuentemente), me servirá a mi para ordenar un poco mis ideas… escribir me ayuda a darle sentido a las cosas…

Pero anoche estábamos charlando sobre algo que quedó inconcluso, “el manejo de la culpa por parte de la Iglesia”, y me gustaría darte mi opinión al respecto…

No es la Iglesia quien te va a dar las respuestas a tus interrogantes “existenciales”, o tal vez si… pero llegado el caso, a esas respuestas no las vas a encontrar basada en “la perfección” de la Iglesia, porque es imperfecta y a veces sorprendente y hasta impredecible… de hecho, “la Iglesia” está compuesta por seres imperfectos, y a las personas que piensan que la Iglesia “debería” ser “perfecta” o más bien para personas consecuentes y “santas”, corresponde explicarles que la Iglesia justamente es el “HOSPITAL” para los “enfermos” del alma... un lugar donde la gran mayoría de los que están, están en una lucha (más o menos sincera), o deberían estarlo, por tratar de mejorar… incluido el que más admirás de toda esa gente, que es el Papa Francisco, que permanentemente pide que recen por él, porque se sabe pecador…

Pero si no es la Iglesia, ¿entonces en dónde o en quién buscar?

En JESUS… así, a secas.
Yo no sé si será Dios o no… pero al leer sobre su vida, me impresiona que fue un hombre al que le surgía ESPONTANEAMENTE el bien… siempre.

Por alguna razón, asumió un rol público… perfectamente podría haberse quedado siendo un carpintero buenazo y punto. Le he buscado por todos lados un beneficio personal a ese paso a la vida pública, y no se lo he encontrado, más bien fue su cruz, y parecería que lo hubiera hecho solo por el bien general…
Indudablemente tenía una capacidad intelectual superior a la media, porque desarrolló un mensaje que lo transmitió con una CONSECUENCIA ABSOLUTA, no he podido encontrar lugares donde él mismo se pise “el palito” y entonces yo pueda decir, “aaahhh, pero acá dijiste esto, y después hiciste aquello…”, lo que termina siendo el principal motivo por el cual la confiabilidad de las personas se viene abajo… ser confiable, ser consecuente entre lo que se piensa y lo que se dice y hace…

mmmhhh… una persona buena, consecuente, confiable, que decide jugarse por el bien general… mmm, me interesa…

Y… ¿cuál fue el mensaje? Muy sencillo… “solo” AMAR a Dios y al prójimo… TODO se resume en eso… La grandeza de su mensaje está en la sencillez del mismo, no hay nadie que no pueda entenderlo… después seguirlo es otra cosa, pero entenderlo es para todos…

Y Jesús fundó la Iglesia, porque el espíritu fundacional de su mensaje es la vida en comunidad, donde la familia es fundamental, y la Iglesia representaría la gran familia…
Después… vinimos los hombres que formamos parte de la Iglesia (con distintas jerarquías) y empezamos a decir que para “amar mejor” hay que hacer esto o aquello… y la mayoría de las veces seguramente se acertó... y después vinieron más hombres de la Iglesia, y ellos también, a su vez, interpretaron lo que decían los 1os sobre lo que vos y cada uno teníamos que hacer, o tendríamos que hacer, para ser “un buen cristiano”… y vino todo ese manejo de la “culpa”… distintas interpretaciones… no todos lo interpretan o lo viven igual...

Pero… si en las primeras comunidades cristianas, lo que predominaba era la ALEGRIA… los que no habían conocido a Jesús personalmente, se sorprendían y decían: “que bárbaro… mirá COMO SE QUIEREN…” y era probablemente esa alegría lo que hacía que más y más personas se unieran a esas primeras comunidades cristianas…

¿Porqué se llegó a esta situación actual? No se… tal vez porque empezamos a tratar de decirle al otro con palabras como se debía ser “mejor cristiano”, en lugar de hacerlo principalmente con el ejemplo, como decía Jesús…

JESUS…
Te voy a transcribir algo que leí alguna vez (la contratapa de un libro de José Ma. Delcalzo - "Vida y Misterio de Jesús de Nazaret -):

“-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?-
Hace 2000 años, un hombre formula esta pregunta a un grupo de amigos, y la historia no ha terminado aún de responderla. Y… sin embargo, veinte siglos después, la historia sigue girando en torno a aquel hombre. ¿QUIÉN, quién es este hombre por quien tantos han muerto, a quien tantos han amado hasta la locura, y en cuyo nombre se han hecho ¡ay! tantas violencias?
Desde hace 2000 años, su nombre ha estado en boca de millones de agonizantes, como una esperanza, y de millares de mártires, como un orgullo. ¡Cuántos han sido encarcelados y atormentados, cuantos han muerto solo por proclamarse seguidores suyos! Y también ¡ay! ¡cuantos han sido obligados a creer en él con riesgo de sus vidas, cuantos tiranos han levantado su nombre como una bandera para justificar sus intereses o sus dogmas personales! Su doctrina, paradójicamente, inflamó el corazón de los santos y las hogueras de la inquisición. Discípulos suyos se hay llamado los misioneros que cruzaron el mundo solo para anunciar su nombre y discípulos suyos nos atrevemos a llamarnos quienes ¡por fin! hemos sabido compaginar su amor con el dinero. ¿Quién es, pues, este personaje que parece llamar a la entrega total o al odio frontal, este personaje que cruza de medio a medio la historia, como una espada ardiente y cuyo nombre o cuya falsificación produce frutos tan opuestos de amor o de sangre, de locura magnífica o de vulgaridad? ¿Quién es, y qué hemos hecho de él, cómo hemos usado o traicionado su voz, qué jugo misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras? ¿Es fuego o es opio? ¿Es bálsamo que cura, espada que hiere o morfina que adormila? ¿Quién es? ¿QUIÉN ES?”

Yo siento que este es uno de los mejores libros que me tocó leer… donde se analiza el SENCILLO y ENORME mensaje de Jesús… después los hombres ayudamos a ese mensaje o lo entorpecemos… pero no es en los mensajeros donde tenés que buscar las respuestas… sino en la fuente original que es Jesús.
Y la Iglesia, con todas sus imperfecciones, es un lugar donde nos juntamos los que vamos buscando respuestas y ayuda en esa fuente… 
¿cuál fuente, dónde está, dónde la encontramos? 
… no la vemos en forma directa… sino que el mismo Jesús dijo, “donde haya dos o más personas que se quieran, allí me van a encontrar…” a veces se logra, a veces no…
Pero así como se castiga a la Iglesia por sus imperfecciones, también debe ser justo reconocer que es la institución que hace más obras de caridad en el mundo, por lejos, llega a muchos lugares, en forma de misioneros, colegios, hospitales, etc, etc, donde no llega nadie… con todas sus imperfecciones… Caridad no significa lástima, significa amor a Dios y por lo tanto al hombre.

Hay otras DOS COSAS más que son increíbles o magníficas en el mensaje de Jesús.
-    - La LIBERTAD para aceptar o no su mensaje, nunca te lo va a imponer. Te espera siempre con los brazos abiertos, pero quiere que seas vos quien lo elija… VOS, con tu propia personalidad.
-    - Si no lo elegiste en determinada circunstancia y actuaste en su contra, y te ARREPENTIS,… TE PERDONA SIEMPRE! y espera tu regreso…

Por eso es raro que se termine viendo a la Iglesia como una manejadora de la “culpa”, cuando el mensaje de Jesús fue “acércate por tu propia decisión a vivir esta alegría, y si en algún momento te alejás, te espero gustoso a que vuelvas…”

Pero no digo que sea raro que vos tengas esa imagen de la Iglesia… lo que digo es que es raro que nosotros como Iglesia demos esa imagen, que verdaderamente damos, porque ese no era el mensaje original…
Así como a veces damos esa imagen no tan buena, la Iglesia tiene muchas otras cosas extraordinarias… es un conjunto de cosas, pero TODO está ahí, si uno quiere se puede enriquecer mucho…

Bueno, te decía que yo no puedo demostrar si Jesús es o no es Dios… entiendo que eso es una cuestión de Fe.
Yo SI creo que es Dios, por varios motivos, además de la carga de transmisión ancestral de mi familia… primero porque me resultó confiable, y El se anunciaba como tal. Luego interpreto que todo su mensaje tan enorme, perfecto, y sobretodo SENCILLO es obra de un ser superior a la media, y que fue “tentado” permanentemente por, en teoría, los más “inteligentes y preparados” de la época, para que “pise el palito” y siempre los “manejó” con la simpleza y sencillez de quien es superior… todos los milagros… pero todo eso no me llega a convencer en mi espíritu desconfiado…
Finalmente está el tema de la RESURRECCION… yo elijo creer (Fe) en que Jesús resucitó… y si eso es así, ahí si encuentro una confirmación de que es un ser superior que maneja la vida y la muerte… ya había hecho resucitar a otros, pero controlar la propia… eso a mi me parece irrefutable… me convenció.

Bueno, todo este escrito no tiene ningún espíritu de convencerte de nada (a veces parecería que los cristianos queremos convencer a los otros, imponer…), solo de intercambiar ideas… tomá lo que te resulte útil, el resto tiralo… o si querés seguimos intercambiando ideas u opiniones…

Pero bueno, respecto de lo que me dijiste que tenías interés de hacer… de colaborar con chicos humildes con dificultades… es muy probable que eso que buscás lo encuentres cerca de la Iglesia, aunque vos quieras o no compartir o participar de la misma… no importa, igual eso que estás buscando lo podés encontrar seguramente en distintos lugares… pero lo más probable es que por ahí esté la Iglesia…

Beso grande!!! Vos sabés todo lo que te quiero.