lunes, 25 de noviembre de 2013

UN MENSAJE para reflexionar sobre cómo vivimos la vida...

La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios mas altos y temperamentos mas reducidos, carreteras mas anchas y puntos de vista mas estrechos. Gastamos mas pero tenemos menos, compramos mas pero disfrutamos menos. Tenemos casas mas grandes y familias mas chicas, mayores comodidades y menos tiempo. Tenemos mas grados académicos pero menos sentido común, mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio, mas expertos pero mas problemas, mejor medicina pero menor bienestar.

Bebemos demasiado, fumamos demasiado, despilfarramos demasiado, reímos muy poco, manejamos muy rápido, nos enojamos demasiado, nos desvelamos demasiado, amanecemos cansados, leemos muy poco, vemos demasiado televisión y oramos muy rara vez.

Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos demasiado poco y odiamos muy frecuentemente.

Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no a vivir. Añadimos años a nuestras vidas, no vida a nuestros años. Hemos logrado ir y volver de la luna, pero se nos dificulta cruzar la calle para conocer a un nuevo vecino. Conquistamos el espacio exterior, pero no el interior. Hemos hecho grandes cosas, pero no por ello mejores.

Hemos limpiado el aire, pero contaminamos nuestra alma. Conquistamos el átomo, pero no nuestros prejuicios. Escribimos mas pero aprendemos menos. Planeamos mas pero logramos menos. Hemos aprendido a apresurarnos, pero no a esperar. Producimos computadoras que pueden procesar mayor información y difundirla, pero nos comunicamos cada vez menos y menos.

Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta, de hombres de gran talla y cortedad de carácter, de enormes ganancias económicas y relaciones humanas superficiales. Hoy en día hay dos ingresos pero mas divorcios, casas mas lujosas pero hogares rotos. Son tiempos de viajes rápidos, pañales desechables, moral descartable, acostones de una noche, cuerpos obesos, y píldoras que hacen todo, desde alegrar y apaciguar, hasta matar. Son tiempos en que hay mucho en el escaparate y muy poco en la bodega. Tiempos en que la tecnología puede hacerte llegar esta carta, y en que tu puedes elegir compartir estas reflexiones o simplemente borrarlas.

Acuérdate de pasar algún tiempo con tus seres queridos porque ellos no estarán aquí siempre.

Acuérdate de ser amable con quien ahora te admira, porque esa personita crecerá muy pronto y se alejará de ti.

Acuérdate de abrazar a quien tienes cerca porque ese es el único tesoro que puedes dar con el corazón, sin que te cueste ni un centavo.

Acuérdate de decir te amo a tu pareja y a tus seres queridos, pero sobre todo dilo sinceramente. Un beso y un abrazo pueden reparar una herida cuando se dan con toda el alma.

Acuérdate de tomarte de la mano con tu ser querido y atesorar ese momento, porque un día esa persona ya no estará contigo.

Date tiempo para amar y para conversar, y comparte tus mas preciadas ideas.

Y siempre recuerda:

La vida no se mide por el número de veces que tomamos aliento, sino por los extraordinarios momentos que nos lo quitan.

George Carlin.


Seguramente muchos deben haber reconocido que este escrito no es mío, es de G. Carlin... Y lo primero que uno tendería a pensar es que G. Carlin debe de haber sido un gran hombre para lograr la claridad suficiente para escribir esto... que lo podría haber escrito por ejemplo un Papa... o Mandela o Gandhi... pero no, Carlin fue un comediante de "stand up" considerado como un reaccionario, ya que permanentemente dejaba "mal paradas" a instituciones tradicionales... incluida la Iglesia Católica... sin embargo, este escrito tiene mucho que ver con las enseñanzas de Jesús...

MORALEJA:
- Muchas personas nos pueden sorprender y darnos mucho más de lo que nosotros esperamos de ellas... y viceversa (a veces no es bueno el pre-juicio)
- Muchas personas están más cerca de Jesús de lo que nosotros creemos...

Saludos a todos!

La ley de la naturaleza humana o LA LEY NATURAL...

Comparto un escrito, que me gusta tanto, que lo copié textual (solo me permití agregarle algunas negritas):

"Todos hemos oído discutir a los demás. A veces nos resulta gracioso y a veces simplemente desagradable, pero, sea como sea, creo que podemos aprender algo muy importante escuchando la clase de cosas que dicen. Dicen cosas como estas: “¿Qué te parecería si alguien te hiciera a ti algo así?” “Ese es mi asiento; yo llegué primero.” “Déjalo en paz; no te está haciendo ningún daño.” “¿Porqué vas a colarte antes que yo?” “Dame un trozo de tu naranja; yo te di un trozo de la mía.” “Vamos, lo prometiste.” La gente dice cosas como estas todos los días, la gente educada y la que no lo es, y los niños igual que los adultos.
Lo que me interesa acerca de estas manifestaciones, es que el hombre que las hace no está diciendo simplemente que el comportamiento del otro no le agrada. Está apelando a un cierto modelo de comportamiento que espera que el otro hombre conozca. Y el otro hombre raramente contesta: “al diablo con tu modelo”. Por el contrario, casi siempre intenta demostrar que lo que ha estado haciendo no va realmente en contra de ese modelo, o que si lo hace hay una excusa especial para ello. Pretende que hay una razón especial en este caso en particular por la cual la persona que cogió el asiento debe quedarse con él, o que las cosas eran muy diferentes cuando se le dio el trozo de naranja, o que ha ocurrido algo que lo exime de cumplir su promesa. Parece, de hecho, como si ambas partes tuvieran presente una especie de ley o de regla de juego limpio o comportamiento decente o moralidad o como quiera llamársele, acerca de la cual sí están de acuerdo. Y la tienen. Si no la tuvieran podrían, por supuesto, luchar como animales, pero no podrían discutir en el sentido humano de la palabra. Discutir significa intentar demostrar que el otro hombre está equivocado. Y no tendría sentido intentar hacer eso a menos que tú y él tuvierais un determinado acuerdo en cuanto a lo que está bien y lo que está mal, del mismo modo que no tendría sentido decir que un jugador de fútbol a cometido una falta a menos que hubiera un determinado acuerdo a cerca de las reglas del fútbol.
Esta ley o regla sobre lo que está bien y lo que está mal solía llamarse ley natural. Hoy en día, cuando hablamos de las “leyes de la naturaleza”, solemos referirnos a cosas como la ley de la gravedad o las leyes de la genética o las leyes de la química. Pero cuando los antiguos pensadores llamaban a la ley de lo que está bien y lo que está mal “ley de la naturaleza” se referían en general a la ley de la naturaleza humana. La idea era que, del mismo modo que todos los cuerpos están gobernados por la ley de la gravedad, y los organismos por las leyes biológicas, la criatura llamada hombre también tenía su ley… con esta gran diferencia: que un cuerpo no puede elegir si obedece o no a la ley de la gravedad, pero un hombre puede elegir obedecer a la ley de la naturaleza o desobedecerla.
Podemos decirlo de otra manera. Todo hombre se encuentra en todo momento sujeto a varios conjuntos de leyes, pero sólo hay una que es libre de desobedecer. Como cuerpo está sujeto a la ley de gravedad y no puede desobedecerla; si se lo deja sin apoyo en el aire no tiene más elección sobre su caída de la que tiene una piedra. Como organismo, está sujeto a las leyes biológicas que no puede desobedecer, como tampoco puede desobedecerlas un animal. Es decir, que no puede desobedecer aquellas leyes que comparte con otras cosas, pero la ley que es peculiar a su naturaleza humana, la ley que no comparte con animales o vegetales o cosas inorgánicas es la que puede desobedecer, si así lo quiere.
Esta ley fue llamada la ley de la naturaleza humana porque la gente pensaba que todo el mundo la conocía por naturaleza y no necesitaba que se le enseñase. No querían decir, por supuesto, que no podía encontrarse un raro individuo aquí y allá que no la conociera, del mismo modo que uno se encuentra con personas daltónicas o que no tienen oído para la música. Pero tomando la raza como un todo, pensaban que la idea humana de un comportamiento decente era evidente para todo el mundo. Y yo creo que tenían razón. Si no la tuvieran, todas las cosas que dijimos sobre la guerra no tendrían sentido. ¿Qué sentido tendría decir que el enemigo estaba haciendo mal a menos que el bien sea una cosa real que los nazis en el fondo conocían tan bien como nosotros y debieron haber practicado? Si no tenían noción de lo que nosotros conocemos como bien, entonces, aunque hubiéramos tenido que luchar contra ellos, no podríamos haberles culpado más de lo que podríamos culparles por el color de su pelo.
Se que algunos dicen que la idea de la ley de la naturaleza o del comportamiento decente, conocida por todos los hombres no se sostiene, dado que las diferentes civilizaciones y épocas han tenido pautas morales diferentes. Pero esto no es totalmente verdad. Ha habido diferencias entre sus pautas morales, pero estas no han llegado a ser tantas que constituyan una verdadera diferencia o una diferencia total. Si alguien se toma el trabajo de comparar las enseñanzas morales de, digamos, los antiguos egipcios, babilonios, hindúes, chinos, griegos, o romanos, lo que realmente le llamará la atención es lo parecidas que son entre sí, y a las nuestras. He recopilado algunas pruebas de esto en el apéndice de un libro llamado La abolición del hombre, pero para nuestro presente propósito sólo necesito preguntar qué significaría una moralidad totalmente diferente. Piénsese en un país en el que la gente fuese admirada por huir en la batalla, o en el que un hombre se sintiera orgulloso de traicionar a toda la gente que ha creído en él. Lo mismo daría imaginar un país en el que dos y dos sumaran cinco. Los hombres han disentido en cuanto a sobre quienes ha de recaer nuestra generosidad – la propia familia, los compatriotas, o todo el mundo-. Pero siempre han estado de acuerdo en que no debería ser uno el primero. El egoísmo nunca ha sido admirado. Los hombres han disentido sobre si deberían tener una o varias esposas. Pero siempre han estado de acuerdo en que no se debe tomar a cualquier mujer que se desee.
Pero lo más asombroso es esto: cada vez que se encuentra a un hombre que dice que no cree en lo que está bien o lo que está mal, se verá que este hombre se desdice casi inmediatamente. Puede que no cumpla la promesa que os ha hecho, pero si intentáis romper una promesa que tú le habíais hecho a él, empezará a quejarse diciendo “no es justo” antes de que os hayáis dado cuenta. Una nación puede decir que los tratados no son importantes, pero a continuación estropeará su argumento diciendo que el tratado en particular que pretende violar era injusto. Pero si los tratados no tienen importancia, y si no existe tal cosa como lo que está bien y lo que está mal –en otras palabras, si no hay una ley de la naturaleza-, ¿cuál es la diferencia entre un tratado justo y uno injusto? ¿No se han delatado demostrando que, digan lo que digan, realmente conocen la ley de la naturaleza como todos los demás?
Parece, entonces, que nos vemos forzados a creer en un auténtico bien y mal. La gente puede a veces equivocarse a cerca de ellos, del mismo modo que la gente se equivoca haciendo cuentas, pero no son cuestión de simple gusto u opinión, del mismo modo que no lo son las tablas de multiplicar. Bien; si estamos de acuerdo en esto, pasaré a mi siguiente punto, que es este: ninguno de nosotros guarda realmente la ley de la naturaleza. Si hay alguna excepción entre vosotros me disculpo. Será mucho mejor escuchar a otro, ya que nada de lo que voy a decir os concierne. Y ahora me dirigiré a los demás seres humanos que quedan:
Espero que no interpretéis mal lo que voy a decir. No estoy predicando, y Dios sabe que no pretendo ser mejor que los demás. Solo intento llamar la atención respecto a un hecho: el hecho de que este año, o este mes, o, más probablemente, este mismo día, hemos dejado de practicar la clase de comportamiento que esperamos de los demás. Puede que tengamos toda clase de excusas. Aquella vez que fuiste tan injusto con los niños era porque estabas muy cansado. Aquel asunto de dinero ligeramente turbio –el que casi habías olvidado- ocurrió cuando estabas en apuros económicos. Y lo que prometiste hacer por el viejo Fulano de Tal y nunca hiciste… bueno, no lo habrías prometido si hubieras sabido lo terriblemente ocupado que ibas a estar. Y en cuanto a tu comportamiento con tu mujer (o tu marido), o tu hermano (o hermana), si yo supiera lo irritantes que pueden llegar a ser, no me extrañaría… ¿Y quién diablos soy yo, después de todo? Yo soy igual. Es decir, yo no consigo cumplir muy bien con la ley de la naturaleza, y en el momento que alguien me dice que no la estoy cumpliendo empieza a fraguarse en mi mente una lista de excusas tan larga como mi brazo. La cuestión ahora no es si las excusas son buenas. El hecho es que son una prueba más de cuán profundamente, nos guste o no, creemos en la ley de la naturaleza. Si no creemos en un comportamiento decente, ¿por qué íbamos a estar tan ansiosos de excusarnos por no habernos comportado decentemente? La verdad es que creemos tanto en la decencia –tanto sentimos la ley de la naturaleza presionando sobre nosotros- que no podemos soportar enfrentarnos con el hecho de transgredirla, y en consecuencia intentamos evadir la responsabilidad. Porque os daréis cuenta de que es solo para nuestro mal comportamiento para lo que intentamos buscar tantas explicaciones. Es sólo nuestro mal carácter lo que atribuimos al hecho de sentirnos cansados, o preocupados, o hambrientos; nuestro buen carácter lo atribuimos a nosotros mismos.
Estos, pues, son los dos puntos que quería tratar. Primero, que los seres humanos de todo el mundo entero tienen esta curiosa idea de que deberían comportarse de una cierta manera, y no pueden librarse de ella. Segundo, que de hecho no se comportan de esa manera. Conocen la ley de la naturaleza, y la infringen. Estos dos hechos son el fundamento de todas las ideas claras a cerca de nosotros mismos, y del universo en que vivimos."


Este es el 1er Capítulo del libro MERO CRISTIANISMO de Clive S Lewis a quien admiro.

20131125 La medicina ES un arte!

Muy a menudo se repite la frase del título: “la medicina es un arte”. Analicemos si realmente es así en nuestros días.

El artista busca, en cualquiera de sus formas de expresión, dejar una respuesta a algún interrogante que lo ocupa. Este interrogante puede ser de variada naturaleza: problemas específicos de la época que le toca vivir, cuestionamientos generales de la humanidad (religión, esclavitud, relación riqueza-pobreza, etc.), búsqueda de la estética y de la belleza en sí mismas, etc. etc.
Los artistas conviven entre ellos en la búsqueda de comprender, y si es posible, encontrar una solución a dichos interrogantes.
El abordaje del problema y sus conflictos, o sus posibles desenlaces se puede realizar de distintas formas, algunos se expresan mejor desde la literatura, otros desde la música, la pintura, la escultura, la filosofía… pero siempre en la búsqueda visceral de “expresar algo” con respecto a aquello que los aflige o que por el contrario ocupa sus intelectos con placer y alegría. Por ello la expresión artística tiene un grado de subjetividad supremo, y es muy difícil que un artista pueda llevar adelante una obra en la cual no se sienta parte del problema desde algún ángulo, por lo menos como observador interesado del mismo.
Por lo tanto el artista crea un compromiso con su obra, y en ella “vive parte de él”… sus ideas, su forma de entender el asunto y su “compromiso” con el mismo. Se pueden tener ideas brillantes y no tener interés en comunicarlas, o no tener “pasión por la expresión”, que puede ser otra forma de decir lo anterior.
COMPROMISOPASIÓN POR EXPRESAR, claves del artista.

Las ideas desordenadas no sirven.
Primero hay que vivir el problema, en ciertos casos hacerlo propio, pero fundamentalmente intentar comprenderlo y ordenarlo, para finalmente expresar una idea o un concepto que sea realmente enriquecedor, sea en el diagnóstico o en la solución.
El artista navega en la búsqueda de la claridad conceptual… seguramente la logra en pocas ocasiones, pero de esa búsqueda constante surgen sus mejores ideas y aportes.
La INTELIGENCIA, resulta esencial para ordenar el caos, y luego distinguir que es lo importante y de verdadero interés.

Además, está el aspecto técnico.
¿Cómo se puede expresar aquello que desborda? La forma debe ser comprensible, atrapante, debe disponer del lenguaje adecuado al destinatario.
Para ello, en cualquiera de las ramas del arte, se debe conocer las herramientas con que se dispone, y saber utilizarlas. Es necesario ESTUDIAR mucho.

Por último, no existe arte sin destinatario.
Los destinatarios pueden elevar o destruir cualquier expresión artística, independientemente de la opinión inicial del autor a cerca de la calidad de la obra. Si el interés es de “expresar algo”, se está buscando lograr un impacto en el otro.
Por ello, el arte se podría analogar a un matrimonio, donde es imprescindible el conocimiento y la comprensión entre uno y otro. Los “interlocutores” o “destinatarios” no son siempre los mismos, y tampoco son “equivalentes”. Por lo tanto, si se quiere expresar algo que haga impacto en el otro, se debe COMPRENDER CONOCER AL OTRO.

El creador, el artista, suele llevar una forma de vida diferente a la de los demás.
- ¿se puede escribir, o pintar …, sin un motivo, sin un compromiso?
- ¿se lo puede hacer, sin haber analizado o comprendido la idea a describir?
- ¿se lo puede hacer, sin el dominio de la gramática, de los trazos y colores, o de las notas musicales?
- ¿se puede ser comprendido en plenitud por quien no se conoce, o con móviles de comunicación inadecuados?
La respuesta a las tres primeras preguntas puede llegar a ser SI, ¿pero será eso que se obtenga verdaderamente arte?
Con respecto a la cuarta pregunta, ¿tiene sentido el arte que no pueda ser apreciado?

La respuesta afirmativa a las tres primeras preguntas parece apropiada para cuando se hace algo en serie o a repetición, como puede ser un empleado que participa en la fabricación sistemática de una misma pieza para un motor. No se responde a ningún problema, no se agrega nada propio, solamente se deben seguir pautas establecidas de calidad.
En ello no hay arte.

¿ES LA MEDICINA UN ARTE?

¿Existe mayor problema para la humanidad que la angustia de la enfermedad?
¿Podría existir mayor artista que aquel que se involucre con pasión, y que pudiera comprender e intentar resolver tamaña angustia?
La medicina puede resultar una forma majestuosa de compromiso con pasión de un problema de máximo interés, el cual no puede ser interpretado sin inteligencia, y para lo cual se debe disponer de experiencia y conocimientos. Para ello, resulta esencial conocer y comprender al destinatario, con el cual el grado de comunicación puede ser máximo, al igual que el impacto que se puede lograr con los actos y las ideas que se interpreten.

“El problema son la angustia y la enfermedad física… La pasión y el compromiso del médico serán fundamentales para entender el problema. El conocimiento y la experiencia serán como el uso magistral de la paleta del pintor, y el organismo y el intelecto del paciente serán la tela, que deberá conocerse en profundidad. La familia y los amigos serán el público que admirarán o no la obra”.

La organización del cuidado de la salud de nuestros días, ha acercado a la medicina a una actividad rutinaria, con horarios y salarios establecidos, donde solo cuentan las pautas escritas que deben adaptarse a todos los casos, y donde no existe tiempo para conocer y comprender al destinatario. En ello no hay arte.

Por lo tanto, para hacer buena medicina, se debe lograr…
      … QUE LA MEDICINA SEA UN ARTE …



Dr Luis Durand Figueroa